La Educación y la
mezquindad política.
Los
puntos sobre las íes…
En pocos días se tratará en el Parlamento
uruguayo distintos proyectos relativos a la educación. Todos ellos propuestos
por un mismo candidato, a la sazón hoy integrante de la oposición.
Los mismos tratan de diversos temas, pero
todos ellos importantes y aún irresolutos, no sólo por desacuerdo entre
oficialismo y oposición, sino que también por desacuerdos dentro del propio oficialismo..
Ya la convocatoria a la sesión fue complicada... pero
finalmente se logró.
Los proyectos en cuestión son cuatro:
·
Disminución del
poder que tienen los gremios educativos en los organismos de dirección.
·
Creación de un
Instituto Universitario de Educación.
·
Regulación de
centros de educación públicos con gestión privada.
·
Establecer por
ley en 200 los días efectivos de clase.
Entiendo que los tres primeros conllevan
ciertas definiciones político-filosóficas que pueden llevar a discutir
extensamente dichos temas. Su aprobación, o no, es parte del juego democrático
esperable y habitual. Sin perjuicio de ello, la discusión parlamentaria, si se
da, será enriquecedora, así como permitirá a los interesados testear las
posiciones de nuestros representantes. Podremos ver, en algunos casos, como se
conjugan las expresiones públicas de nuestros gobernantes con sus intenciones
reales a la hora “de hacer”. Vimos al Presidente derrotado por los gremios
educativos, admitiendo que lo
quebraron, que le ganaron la cuereada. ¿Tan
quebrado quedó el gobierno que ni siquiera admite que es hora de revisar el
poder que tienen los gremios en los organismos de dirección? ¿No es hora, tal
vez, que nos den un mensaje claro de quién debe establecer las políticas
educativas en nuestro país? ¿No será hora ya de probar con un sistema distinto al cogobierno y poder compararlo con el funcionamiento de la UDELAR?... Pero como adelanté, admito que estos temas
tienen profundas vinculaciones con las concepciones político-filosóficas de los
actores políticos, y es parte del juego democrático que la mayoría trace el
rumbo, por más equivocado que lo entendamos.
PERO
NO PUEDO AFIRMAR LO MISMO DE UNO DE LOS PROYECTOS QUE SE TRATARÁ.
¿Es que acaso alguien se puede oponer a
garantizar un mínimo de días de clase? Esta propuesta de por sí no mejorará la
educación, pero tiene dos grandes virtudes.
La primera de ellas es que prácticamente
no tiene costo, lo cual no es poca cosa.
La segunda ventaja es permitir dar una
base mínima de horas de enseñanza, que sumada a una buena gestión, permitirá
que los programas educativos puedan ser finalizados en cada año lectivo. Y no sólo finalizados, sino que ejecutados con el tiempo suficiente para su real aprovechamiento.
No es
poca cosa.
Tengo claro, más que claro, que esto sólo
no alcanza, que es apenas un principio. No es necesario que me digan que sólo
con “cantidad” no solucionamos el tema. Ya lo sé. Más días de clase no
mejorarán nuestro nivel educativo, el compromiso de los educadores, ni el desempeño de nuestros estudiantes, pero
menos días de clase lo empeorarán indefectiblemente. Hablando en lenguaje
matemático, es una condición necesaria, pero no suficiente. Pero en tanto
necesaria, debemos cumplirla para poder avanzar.
Quiero creer que los candidatos harán
honor a sus discursos y lograrán que finalmente sus legisladores sigan su
línea. Todos los candidatos de todos los Partidos Políticos con representación
parlamentaria han coincidido en garantizar un mínimo de días de clase. Incluso
varios han coincidido en el mágico número de 200 días. No entiendo, en
consecuencia, los adelantos noticiosos de que ninguno de los proyectos será
aprobado. ¿Tan difícil es reconocer que a
veces “el otro” también puede tener razón? ¿O acaso las propuestas sobre este
tema son meras “promesas de barricada” sin intención alguna de cumplirlas?
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Espero que prime la cordura, que se
avienten los tiempos electorales y que finalmente nuestros gobernantes piensen
en el futuro de nuestro país, que sin duda pasa (junto con otros pocos temas)
por la mejora del nivel de enseñanza de nuestro jóvenes.